jueves, 6 de octubre de 2016

Erato estaba borracha

Hoy de almuerzo una cajetilla roja de 20.
Ayer nada, sólo un temblor en las manos y la vista nublada.

He prendido otro de postre mientras suena el disco de la banda que no vimos en vivo,
pero igual lo pasamos bien mirando el techo ese día.

Entre que soy el mismo de antes o el de siempre; Entre tus piernas estaba mejor.

No existe momento más inspirador que la mañana siguiente del saber que ahora tus labios besarán otros, ni momento más triste que el saber aún se está vivo para verlo.
Aún pese a todo lo anterior la vida te obliga a tener ánimos para seguir en pié y perpetuar su trampa, como si ese algo se alimentara del dolor, como si los dioses te sacasen de las aguas frías para brindarte un tierno abrazo en recompensa por jugar nuevamente bajo sus reglas, la única: Amor.

Recorro con la vista cada uno de los ladrillos y miro constantemente un reloj que marca la misma hora de siempre.

Sí, este juego está dominado por el reloj, esa es la representación material del dios de este mundo.
A veces parece infinito, lento y en los mejores momentos ya cruzaste varias veces el umbral de las 12; Cronos siendo torturado entregando de todos modos su compasión al hacerte ver que este momento será sólo pasajero.

Esto jamás será lo mejor que he escrito, pero al menos es algo que quizás podré volver a recordar en un nuevo momento de infortunio o de alegría.

Entonces está el cuadro del barco a la deriva, ahí soy el grumete.

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